Cuando escuché los petardos y las explosiones, mi imprinting de peligro se activó. La solución lógica era salir arrancando a perderse, pero parte de lo que he vivido en esta ciudad, es que hay que salir de la zona de comodidad, para poder realmente vivir en Barcelona.
Me desplazo por carrer de Ferran, entre un mar de gente, con cara de felicidad y asombro. De vez en cuando pasaba algún catalán con una cara distinta, una de orgullo, de pertenencia. Esa cara orgullosa que me encantaría tener cuando digo que una buena parte de mis genes son Huilliches.
Al llegar a la calle Laietana, me topé con mucho humo y tropelías de encapuchados, con pañuelos tapando la nariz y la boca, algunos con capuchas en la cabeza, escapando del fuego.
Pero el humo no eran lacrimógenas, el fuego no eran destellos de fusil, y arrancaban de dragones que expelían fuegos artificiales de sus fauses, y habían soldados pero sin chalecos antibalas, que agitaban chispas desde tridentes de madera, mientras bailaban con los valientes encapuchados que lograban llegar hasta el centro del fuego. Una fiesta. También habían mini encapuchados de 8 o 10 años, que se aventuraban a desafiar a los dragones de fuego, bajo la mirada cómplice de sus madres, que les acomodaban la capucha o el pañuelo. algunos llevaban incluso lentes de protección ocular. No era un sueño, esto estaba pasando realmente. http://es.wikipedia.org/wiki/Correfoc
Estamos en la fiesta principal de Barcelona, en La Mercè. Cada equipo de Correfoc, tiene su personaje especial que lanza chispas de artificio sobre la calle y la gente que escapa y a veces también los desafía. Vi muchos dragones, un gato endemoniado, demonios iguales a sus creadores, tortugas diabólicas, incluso un burro del infierno. http://youtu.be/EfGKnanui4I
Poniendo más atención entre el ritmo de los petardos se empezaron a sentir batucadas de tambores, que le daban más energía a cada una de las figuras humeantes que avanzaban por la mitad de la calle. http://youtu.be/wIt6M9Xfv1c Muy al estilo del pelourinho, pero en un sentido mas de darle ritmo al monstruo danzarín, avanzamos juntos por varias cuadras, bailando, girando, perdiendo el miedo al fuego, disfrutando de su energía y sus destellos de luz. De a poco me sentí más en confianza, sacando fotos desde más cerca, hasta que sin proponerlo, terminé grabando entre el mismo fuego, justo debajo del tridente y bailando junto a un diablo del correfoc. http://youtu.be/a3IfeWoSjTE
Me fui feliz, un par de pelos chamuscados, un golpe de cartón en una oreja y la ropa con olor a pólvora, pero el corazón hinchado, sentirse por unas horas parte de la historia viva, de la tradición que no muere y se cultiva. Eso, eso si que no tiene precio.
Por el suelo no habían piedras, solo los restos de cartón de los fuegos de artificio, nadie salió herido. La noticia no será nunca el encapuchado. La tradición del Correfoc lleva más años que cualquier otra forma de verlo. Es una fiesta, a la que estamos invitados, incluso los que no llevamos capucha ni pañuelo para ocultar el alma.