Así creo que logró Sabina terminar con su proporción de días y noches en Madrid. Aquí en Barcelona no es distinto, la ciudad vive de noche. A mi me queda perfecto porque con la diferencia horaria,
cuando en Chile están llegando a casa, yo vengo de vuelta. Los últimos días el cansancio me pasó la cuenta, ya no tengo veintisiempres hace mucho rato. A pasos agigantados mi cuerpo se acerca a la otra década, aunque la cabeza siga pensando que podemos pedir otra copa más.
Son las cinco de la mañana, saliendo de la discoteca Sutton, llena de estudiantes de distintos países, al frente está abierta una panadería que vende pinchos y tortilla española en pan, unas especies de pizettas sobre los baguettes recién horneados, lo venden todo. Me acuerdo del clásico carrito de pizza sobre un papel kraft, en la esquina de bellavista frente a la escuela de Derecho, o a la vuelta de Bahia Inglesa su puesto de churros
con manjar. El concepto el mismo, la sanidad que a esa hora ya no importa, aquí es impecable.
Me devoro un cruassant con jamón serrano, pensando en todo lo que baile durante la noche. Me mezcle sin muchas explicaciones en el grupo de amigos de JP, todos de distintos países, todos haciendo un MBA. -la idea es que seamos distintos- me dice, y Barcelona da para eso y mucho más. La música nos une, mezclada por un Dj impresionante, que le toma el pulso a la energía de la masa en movimiento. Genial, universal despliegue de un lenguaje por todos conocido. Bailar sin que nadie te moleste, bailar sin parar.
Caminar de vuelta al piso es un agrado por ahora,
la temperatura es ideal, y te encuentras con personajes increíbles a esta hora. Una vecina paseando a su perro, con una bolsa por si acaso en la mano, sin importar que sea de noche, el respeto por el otro, el cuidar la ciudad es una misión de todos y nadie elude ese trabajo, aunque sea tarde, aunque nadie la vea, recoje con cuidado lo que dejó el noctámbulo can y lo elimina en la basura. Los únicos que hacen ruido son los extranjeros, que no respetan el barrio ni las costumbres, sobre un balcón se lee, Volem Dormir (queremos dormir), hay guardias que controlan el ruido en la entrada de las discotecas, pero en el caminar habitual, se escuchan ruidos, y un par de veces pensé que me estaban penando o que llegaban visitas de Chile, cuando el timbre suena a las 5 de la mañana. La venganza del vecino oculto, la vi por primera vez, una de estas noches de insomnio, desde una terraza lanzaban bombas de agua a los ruidosos turistas desprevenidos. Todavía hace calor, pero me imagino que en invierno no debe ser tan divertido.
Los horarios, por muy carrete que sea se respetan. Los restourants hasta la 1, los bares hasta las 3, las discotecas hasta las 6, los after hasta las 10 (todavía no voy a uno, ya les contaré). Así que se van cambiando de una cuadra a otra para pasar de un lugar al siguiente. Caminar es la tónica, de día y de noche. El barrio mas prendido es el barrio gótico, también el Born. yo estoy en un lugar de discotecas que se mezclan con edificios residenciales, por eso la pugna con los vecinos.
Entre el trabajo en el hospital y las pocas ganas de salir solo, me he quedado
en casa los últimos días, desde la altura los veo pasar, entran a un bar, salen del otro. La ciudad no se detiene y en un rato va a amanecer, estoy durmiendo poco pero tratando de buscar un horario que se acomode a mi cabeza, que todavía está en Chile con ustedes.
Alcancé a estar un día de sol en la playa este verano, el relajo es total. El agua divina, casi sin oleaje. las familias vienen con sus hijos, identificas rápido quienes no son catalanas o europeas, porque son las únicas que no están en topless. La naturalidad del cuerpo no da siquiera para comentarlo, nadie se preocupa por eso. Descansar es el motivo que los reúne, quizás para reunir fuerza por las siguientes 7 noches.
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