Han pasado ya tres meses, el invierno se instaló de porrazo. Se me enfría la nariz al salir, y cada vez hay menos horas de luz natural. Día a día me levanto y me integro a mi trabajo. Vivo como uno más de los muchos extranjeros que trabajamos en el Clinic, pero a la vez estoy muy integrado. Tengo mis lugares favoritos en el corto trayecto camino al hospital. El que más me gusta es el Mercado del Ninot.
Justo antes de entrar por calle Casanova pusieron un enorme contenedor, donde trasladaron el antiguo mercado por reparaciones del anterior, y para poder llegar a las antiguas escaleras de la Facultad de Medicina y por lo tanto al Hospital, tienes que atravesar el universo de colores del mercado. Aquí nadie grita, los puestos son fijos y muy salubres, limpios y con productos frescos. La carnicería y la pescadería estan aquí, mezcladas con la paleta perfecta de las verduras y frutas. También hay dos barras de café y pinchos. Aprendí aquí, muchas preparaciones distintas de aceitunas, los cortes del jamón y otros quesos nuevos. Las verduras son siempre lo mejor, y puedes encontrar lo que no hay en el super a precios bastante más razonables.
Para encontrar los lugares de la ciudad que me gustan tanto como este mercado, les tengo que contar de mi colección de tarjetas. Nunca fuí muy apasionado por coleccionar cosas, mi Bro era el que se desgastaba los dedos para sacar con pinzas y agua caliente , los sellos postales de las cartas que llegaban a Copilco, en Ciudad de México. Yo en cambio, me quedé con las monedas. En una caja de puros, de esas de madera que dicen Montecristo, tenía mis tesoros, heredados en parte de mi abuelo ex-periodista del Clarín, y aumentada con el paso de los años y los múltiples personajes que fueron pasando por nuestra casa. Ahora estoy más bien como los escolares juntando carnet de socio del club de tobi. Mientras más tengo, mejor.
Mi primera tarjeta en Barcelona fue de la biblioteca, que por estos días he visitado menos por el frío, y porque con internet en casa, es poco lo que me obliga a visitarla. La que más agradecí , fue la tarjeta del colegio de médicos, me sirve para trabajar y ademas de identificación, para no andar con el pasaporte italiano a todos lados. Tengo una del hospital, una del gimnasio, un papel ordinario tamaño tarjeta con el NIE, la del banco tipo redcompra, incluso una de descuento de la peluquería, la última que adquirí fue la del centro de escalada en el Clot. Pero la que más he disfrutado hasta ahora es la tarjeta del Bicing.
El sistema de bicicletas del ayuntamiento de Barcelona, se llama así: Bicing. Tienes que ser residente, no sirve para turistas, y se complementa con el metro. Tienes estaciones repartidas por la ciudad donde sacar y dejar las bicicletas, que por supuesto nadie se roba. Con ellas me acerco al gimnasio en el barrio de Gracia, implica pedalear colina arriba, para al volver colina abajo, frenar solo en los semaforos porque el resto es el impulso de bajada. Cuando voy a nadar al barrio de Sagrada Familia voy plano, pero son buenas cuadras pedaleando. Es curioso ser el único mirando hacia adelante, cuando todos los turistas solo miran las enormes columnas siempre en arreglos de la enorme Iglesia. Cruzas entre ellos que se quedan como estatuas de piedra disparando fotos hacia el cielo. Cuando voy al cine en la entrada del barrio del Raval en Gran Via, o en el metro Universitat o cuando me toca de guía turístico y me voy directo al Born, es cuando recorro la ciudad entera. No hay edad, ni vestimenta que te impida subirte a una bici. He visto desde tacos y vestido corto, hasta trajes de lujo y corbata. Los furiosos ciclistas aquí estan a la moda.
Por supuesto que ya me di un porrazo, salí terminada la primera lluvia, pavimento sucio y una curva muy cerrada justo en la subida de la acera, fueron suficientes para comprarme un pedazo de pavimento. Como el mejor curagüilla dieciochero, levanté mi dignidad estropeada por la tierra, me sacudí el polvo del pantalón, y con la fuerza de 2 copas de cerveza, una porción de patatas bravas y unas olivas. Seguí pedaleando rumbo a casa.
Ahora que hace frío, y llueve más seguido, tengo menos compañeros en las ciclovías, pero siempre hay alguien dispuesto a mojarse pedaleando. Y como la consigna sigue siendo avanzar, ya me inscribí para una nueva tarjeta: estoy haciendo el curso para la licencia A1. (No le cuenten a la Isa, aunque seguro se va a enterar igual) Un abrazo.