Como una avalancha de sentimientos, mis amigos llegaron a mi vida. y se quedaron para siempre.
Entre una nebulosa del tiempo, aparecen los chilenos en Copilco Ciudad de México. Jugando a Sandinistas y Contras, disfrutando del sol y de la vida, sin entender que tenia de especial las canciones rancheras y tonadas que repetían y volver, volver, volver a tus brazos otra vez. Después fue tratar de encajar, como la pieza incompleta de un rompecabezas mal armado. Hasta encontrar los primeros, los de siempre, nos juntamos una vez por año, a veces dos. pero siempre me hacen sentir como en casa, como un largo parentesis que parece tan breve con el primer abrazo. Todo se resolvía jugando videojuegos a media cuadra de tu casa, conversaciones eternas, y arrancar las páginas de Herman Hess o El Quijote. Jugábamos a hacer música, yo por lo menos a intentarlo. Versiones excelentes de The Cure, en un segundo piso tan rústico como los acordes que sonaban con los perros del vecino aullando con Robert Smith.
En la U, sentirse como un bloque monolitico, todos amigos, siempre los mismos. Nos juntamos hace poco, los encontré mejor que nunca. Seguimos siendo como un bloque. Más viejos pero mejor.
Y ahora que me voy por un tiempo, se iluminan los últimos. Trabajando juntos, tratando de mejorar el mundo y cambiar las cosas. Les regalé todo mi cariño durante estos años, y tengo certeza que seguiremos juntos derrochando amistad, tanto que nadie nos entiende. Somos una familia disfuncional, que exhibimos nuestro cariño sin pudor, bebemos a morro, nos hemos pasado las consignas y la formalidad por el forro, y nos seguimos mofando y a carcajadas de cosas importantes.
Los voy a extrañar como a nadie, y tengo claro que es de las cosas mas importantes que voy a encontrar en Barcelona.
Mis amigos son todos unos atorrantes, por eso los vuelvo a escoger todos los días.
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